Vivimos
en un mundo en constante evolución, que se encamina, si no lo es ya, a
ser dominado en su totalidad por la tecnología y el marketing. Tal y
como discurre todo, la preocupación y el cuidado de la imagen está
consiguiendo dejar de lado principios de antes en realidad mucho más
importantes. Esto, afecta a todos los aspectos de la vida, y por
supuesto, al tema que concierne a este blog: El fútbol.
Que
las nuevas generaciones de futbolistas tienen poco que ver con las
anteriores es un hecho evidente , cada día mas. No cabe duda de que
todos ellos tienen en común con sus antecesores el amor por este
deporte, aunque de manera muy diferente.
Los futbolistas de
antes, anteponían el fútbol a cualquier cosa, el fútbol de verdad, y no
en lo que se ha convertido. Eran jugadores que vivían por y para
entrenar y mejorar, y con ello ayudar a su equipo, en el que
habitualmente pasaban la totalidad de su carrera.
Los
futbolistas de antes eran gente cercana al aficionado, lo más normal del
mundo, y como debe ser, era escuchar o ver por la televisión
entrevistas diarias con cualquiera de ellos, tus ídolos, ya fueran la
estrella del equipo o tuvieran un rol secundario.
La calidad
de los jugadores de antes no tiene nada que ver con la de los de ahora,
ya que estos, cada día más, son puros atletas y genios con el balón, que
en muchos casos anteponen su lucimiento personal a la entrega y la
pasión que se les supone cuando disputan un partido.
Los
futbolistas de antes, en su mayoría, eran jugadores mucho mas limitados
que salían al campo a morder, independientemente del rival y el partido,
y a dejarse el alma por sus colores. Esta entrega, por encima de su
calidad individual, se reflejaba en el amor y el reconocimiento que
toda la grada les profesaba.
En el fútbol de antes, sin duda
un fútbol más duro y precario que el de ahora, lo habitual cada domingo
era ver jugadores que recibían entradas durísimas que, a no ser en caso
de lesión, se levantaban al instante, y con sus botas negras, gastadas
por el uso en toda una temporada seguían con el juego para, una vez
terminado el partido, acudir al centro del campo a saludar
deportivamente al equipo rival, independientemente del resultado.
Los
futbolistas de ahora, salvo excepciones, llegan al campo en coches de
lujo y en muchos casos, haciendo caso omiso a la afición que les aclama
entregada. Hemos aceptado como algo normal ver a jugadores que se bajan
del autobús del equipo con unos cascos mas grandes que su cabeza, y que
ignoran a esos niños que llevan toda la tarde esperando su llegada.
Ya
es costumbre ver a los futbolistas salir al césped con sus peinados
extravagantes y sus botas de mil y un colores, para retorcerse de dolor
en el suelo por cualquier mínimo contacto que, como dijo mi amigo Felipe
en la primera entrada de este blog, ni siquiera tumbaría a la más
pequeña de sus hijas.
Es habitual ver jugadores que besan el
escudo que llevan en el pecho en un equipo para el año siguiente
besarlo en el que les haya añadido un cero en la nómina. Jugadores con
los que, por supuesto, conseguir una entrevista muchas veces es misión
imposible.
Este fútbol del que hablo con nostalgia, no es tan lejano, ya que jugadores como Raúl,
Puyol, Maldini, Giggs, Del Piero y tantos otros, se pueden erigir como máximos estandartes del mismo. Se trata de jugadores que combinaron su
calidad, con una entrega sin igual y un amor a unos colores que parece
que poco a poco se están perdiendo. Todo ello, unido a unos valores de deportividad y compañerismo dentro del campo que, de seguir todo en la dirección en la que va, apunta a que se perderán. Esperemos que el fútbol actual de un giro y todo vaya, poco a poco, volviendo a la normalidad.