Sale el sol y ya estoy pensando en ello, cinco o seis largos días por delante en los que hacer cavalas sobre lo que puede deparar el fin de semana.
Durante la semana la prensa deportiva habla de sus chismorreos, el partido de liga interna, un amigo jugando a fútbol profesional o la simple charla de Champions entre cervezas llevan nuestras mentes a un fácil salvoconducto llamado fútbol, donde la linea entre lo precioso y lo indeseable es muy fina.
Gracias a este nuestras preocupaciones dejan de serlo durante noventa minutos, todo lo que no podemos expresar en nuestra vida personal lo soltamos, como cráter lava, sin dejar a nadie del club sin calificativo.
La fuerza del fútbol es el poder máximo de la mayoría de nosotros, donde nuestra palabra toma un valor especial y todos hablamos de igual a igual, muchas veces haciendo del insulto gratuito sin conocimiento una ciencia.
Fútbol, en la victoria donde todo son risas y paseos triunfales de los gladiadores; mientras que en la derrota señalamos a ciertos "mercenarios el campo" y focalizamos nuestra ira en el palco presidencial.
En mi modesta opinión, intentando buscar algún símil cercano, tu equipo es como un difícil examen final de Julio, donde en Agosto celebras el verano con tus grandes compañeros planeando el próximo curso con gran afán y entusiasmo; en Diciembre las cosas se empiezan a ver de otra forma, tus compañeros se empieza a preocupar por lo suyo y tu trabajo y esfuerzo muchas veces no es recompensado como esperabas; finalmente llega Julio donde si apruebas caminaras victorioso por tu casa y si suspenden escucharas el doloroso "ya lo sabia yo".
Lo mismo en fútbol, cuando la derrota acecha el estadio en la grada se oirá esa maldita frase, aunque en pretemporada todo parecía por lo menos ilusionante para la inmensa mayoría.
Este bendito deporte es el sentimiento tatuado a fuego en el pecho de muchos, a veces haciendonos grandes y otras llevandonos a la mayor de las decepciones.
Sea como sea el conjunto, llamado club, debe permanecer unido, siendo la afición el aliento en cada partido sin tapujos ni prejuicios, porque solo así un equipo se hace grande.
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