domingo, 22 de abril de 2012

La Liga es blanca.

Así lo vio un madridista.

F.C. BARCELONA 1-2 REAL MADRID


Disculpen que tire piedras contra mi propio tejado. Dice la gente que sabe más de la vida que yo, sepa más o menos de fútbol, que el fin justifica los medios. Aquí tenemos nuestra Liga. Para la gran mayoría, del partido de ayer sólo queda el resultado. La ansiada victoria que devuelve la corona a la casa blanca -no espero sorpresas-, después de tres temporadas de dictadura blaugrana. Absoluta dictadura, al menos con la pelota. Pero algunos pasionales, sin poder borrar la enorme sonrisa que deja el dulce sabor de una victoria tan complicada, aún recordamos aquella frase que un día nos regaló Jorge Valdano. "Ganar queremos todos, pero sólo los mediocres no aspiran a la belleza". Llámenme romántico.

El partido lo vimos todos. El Barcelona salió como debía, valiente, con defensa de tres y la firme intención de hacer valer, una vez más, su estilo de juego. Mourinho sorprendió repitiendo la alineación que tan poco fútbol había demostrado hacía apenas media semana. Esta vez, quizás alguien les recordó lo que ayer pedí a gritos, parecieron comprender que el nombre, era lo que menos importaba de su camiseta. Y ni siquiera el fútbol de control total puede detener las impetuosas embestidas de un merengue orgulloso. Cuando salen once hombres a defender de verdad ese escudo, todos sabemos el resultado. El conjunto de Pep Guardiola intentó mover la pelota, pero el Madrid corrió detrás de cada balón como si fuera el último, se dejó el alma en cada carrera y acercó el peligro a la meta de Valdés. Hasta el minuto 17.

El gol nos devolvió a nuestro lugar de estas últimas temporadas. Resucitó el complejo de equipo pequeño. No digo que tuviéramos que perderles el respeto por un tanto, pero lo que volvimos a estar fue asustados. Es cierto que incluso el empate bien valía una Liga. Pero no te olvides ahora Florentino, que cuando hablas de los valores del Real Madrid, que supuestamente defienden con tanto arraigo Mourinho y compañía, siempre hablas del orgullo, y jamás, de tener miedo. Un equipo ordenado atrás, sin voluntad de jugar a nada, robando balones y pegando arriba. Ni siquiera se atisbó una mínima intención de jugar a esto del fútbol. En ese momento me acordé de Valdano.

El Barça siguió a la suyo, tocando y tocando, tal vez demasiado, sin verticalidad, conscientes de que la pelota nunca se cansa y si los rivales. Pero esta vez no llegaban con peligro. La defensa madridista cumplió, pero eran incapaces de armar una contra. Di María no hilaba fino, Özil parece un veterano dejando destellos antes de su retirada y a Cristiano le gusta hace la guerra por su cuenta, olvidándose de que siempre obtiene así peor resultado. Sólo Benzema, excepción de los blancos, controlaba la pelota sin temor y parecía querer quedársela, jugar con ella. Excelente partido del francés que necesita pareja de baile, pero ese es otro tema.

No estaba siendo el mejor partido del conjunto blaugrana, pero hay que tener en cuenta que esta vez no estaba el Levante en frente. Esta vez los huecos no aparecían, y cuando los encontraban, bien Casillas, el desacierto culé o los defensas blancos disipaban el peligro. Messi, que parecía el que viste la albiceleste, recibía siempre demasiado lejos del área, dónde sigue asustando a la zaga, pero no genera el mismo peligro. Pero antes o después tenía que llegar el empate. Hay veces que los resultados no reflejan lo visto en el campo, pero el Dios de la justicia a veces se aparece a dar a cada equipo lo que se merece.

Da rabia que sólo sea ante la adversidad cuando saquen el coraje. Al menos, pusieron fin al bochornoso espectáculo, y lavaron la imagen que durante más de 50 minutos dieron de equipo mediocre de barrio -¡qué diría Don Santiago si levantara la cabeza!-. Volvió a campear por el césped la casta que se les presupone, sólo por vestir de blanco, y volvieron a ponerse por delante. La entrada de Esteban Granero cambió el encuentro. Es cierto que al Barcelona se le escapaba la Liga, y que a todo el mundo, por mucho que guste el fútbol en corto, se le acaba la paciencia. Pero el canterano dio un aire nuevo al equipo de Mourinho, que bajó la pelota, buscó combinar, no al estilo de la Masía, pero tocando por abajo antes de dar el pelotazo. Creo que Xabi Alonso pide a gritos un compañero de este corte, pero también será cuestión de otro día.

Al final, alegría en Madrid y tristeza en Barcelona. Quizás tengan razón en que lo más importante sea el resultado. Me gusta el traje de equipo campeón, pero a medida, no sintiendo que le quedaría mejor a otro.

1 comentario:

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